lunes, 1 de junio de 2020

El impacto del entrenador en el desarrollo de la valentía de la jugadora

Nuestro gran enemigo es el miedo a equivocarse. 

Pero…¿quién tiene miedo? ¿La jugadora?¿El entrenador? 

La jugadora es la que juega.  El juego es “Hacer algo con alegría con el fin de entretenerse, divertirse o desarrollar determinadas capacidades”. Hacer cosas con alegría para desarrollar determinadas capacidades. ¿No es absolutamente humano que en ese proceso nos equivoquemos? Entonces, ¿por qué tenerle miedo a algo tan nuestro y natural como la equivocación? 

Pienso en el inicio. El primer momento donde una niña actúa por primera vez con el deporte. Sin la presencia del entrenador. ¿Qué haría una niña con diez años que por primera vez le dejas sola con un balón y una canasta? ¿Cómo actuaría? Probablemente haga dos cosas de manera continuada, botar y tirar a canasta. ¿Metería todas las que tira?¿Agarraría de nuevo el balón cada vez que botara? Seguro que no. 
¿Y cómo le afectarían esos resultados, el no meter canasta o que se le escape el balón? Muy probablemente buscaría soluciones para llegar con más fuerza o tener más puntería, en el caso del tiro, y modificaría manos, brazos en el caso del bote. Y todo esto sin la intervención del adulto-entrenador que tiene conocimientos para transmitirlos y solucionarle el problema. Pero no, ella se los soluciona sola. Jugando. Probando. Y sin que el fallo o el error le condicione. 

¿Y si ahora metemos a otra niña en la ecuación? ¿Qué harán? Probablemente, ponerse de acuerdo en algo. Y ahí aparecerá el pase. Pues sólo tienen un balón. Seguirán jugando. Probando. Y seguro que al cabo de media hora el nivel de pericia de ambas será diferente. Pero, ¿les habrá condicionado el fallo suyo o el de su compañera? Casi estoy convencido de que no. Posiblemente, cuando a una se le ocurra una manera de solucionar el problema (después de varios intentos fallidos), la otra lo copie. 

Entonces, ¿Quién tiene el problema con el error o el fallo o el resultado no exitoso? El entrenador. Somos nosotros los que tenemos que aprender, no tanto a identificar y corregir el fallo o el error, sino aprender a enseñar la gestión de las consecuencias de las acciones de las deportistas. 

Fomentar la valentía conlleva construir sobre la gestión del riesgo. No todo vale, evidentemente. Pero en los deportes colectivos se tiene que construir un código común sobre qué hacer con las decisiones arriesgadas. Con las actitudes con un punto de locura que pueden llevar a dejar al descubierto al equipo. Esta es la verdadera tarea del entrenador, y no tanto el corregir  con nuestra retroalimentación a la jugadora (limitando su creatividad en la mayoría de las veces). 

Valentía, determinación, arrojo, decisión o riesgo se convierten en sinónimos en este contexto. Todo esto ya lo llevan de serie Y quizás simplemente los entrenadores deberíamos dejar en paz a las chicas. Y sólo deberíamos orientarlas (a ella y a todo el equipo) a gestionar las consecuencias.