¿Y ahora qué?
Cuando conseguimos alcanzar una meta, lo más habitual suele ser disfrutarla poco tiempo, porque enseguida nos enfrentamos al siguiente reto.
Podríamos pensar que pararse a reflexionar sobre lo conseguido podría ser arrogante, que únicamente hay que mirar hacia el futuro y los siguientes retos. Seguir trabajando duro para mejorar y llegar al siguiente paso. Es hacia lo que nos impulsa el entorno actual.
Pero quizás sea más cuestión del camino que del destino. ¿Centrarme en lo hecho? ¿pensar sólo en el siguiente objetivo?. En el equilibrio radica la virtud.
Pero quizás sea más cuestión del camino que del destino. ¿Centrarme en lo hecho? ¿pensar sólo en el siguiente objetivo?. En el equilibrio radica la virtud.
Me vienen a la cabeza dos conceptos básicos en una deportista en relación a este tema, humildad y conciencia. Y me vienen a la cabeza tres males que nos pueden conducir a caminos poco adecuados para el desarrollo de una deportista, la arrogancia, la complaciencia y la ignorancia.
La humildad nos lleva a ser capaces de parar para analizar el camino recorrido sin ser pretenciosos, sin vanagloriarnos de nuestros logros. Limita la arrogancia. Tener perspectiva y capacidad, tanto de juicio crítico como de visión de disfrute y alegría por los pasos dados.
La humildad nos conduce a ser conscientes de que no lo sabemos todo. Combate la ignoracia. Que los logroso conseguidos no son mérito exclusivamente de uno. Siempre hay personas que nos acompañan en el camino a quien agradecer su esfuerzos por ayudarnos a llegar a donde deseamos. Y eso no quita de evaluar y estar orgulloso de nuestro esfuerzo individual. De nuevo el equilibrio, mi esfuerzo individual junto con el apoyo de los demás.
La humildad nos guía a saber disfrutar del camino siendo conscientes de que hay que continuar dando pasos en la dirección correcta. Minimiza la complaciencia.
Todo es cuestión de equilibrio. Saber pararse a reflexionar pensando en los logros alcanzados y con la meta claramente definida. La experiencia sin reflexión no aporta nada. Debemos encontrar esos momentos para pensar. A ver aspectos de mejora, en el entrenamiento, en la vida diaria, en la competición. Sacar conclusiones, convertilas en propuestas de mejora. Aplicar las propuestas y volver a evaluarlas. Pensar para hacer. “Think to walk”. No solo es cuestión de seguir mirando hacia delante, planifica esos momentos de reflexión.
Ser consciente. Sentir lo que te está sucendiendo en la carrera, en cada entrenamiento, en cada partido. Controlar lo que eres capaz de controlar y no dejar que te influyan agentes externos. Poner el foco. Ser consciente del camino, del extremo esfuerzo y sacrificio. saber lo que cuestan las cosas. Y tener conciencia de que llegado un punto, el progreso se ralentiza. Como decíamos en otro artículo, bienvenido al camino a la excelencia, a la maestría.
Esta conciencia ayuda a disfrutar de la propia actividad que está realizando, disfrutar por el hecho de jugar al baloncesto, por el propio hecho de correr, más allá de conseguir objetivos. Eres feliz en ese preciso instante en que te dejas el alma en el entrenamiento, que es donde vas a pasar la mayor parte de tu tiempo como deportista. Parece contradictorio, pero disfrutas de ese momento de extremo esfuerzo, te sientes satisfecha, pones tu cuerpo al límite pero te sientes realizada. Completa. Y creces. Eres consciente de cada acción.
Avanzar con paso firme, reflexionando sobre el camino, siendo CONSCIENTE, y combatiendo la arrogancia, la complaciencia y la ignorancia con HUMILDAD. Agradecer, perdonar, no magnificar logros personales, escuchar, sentir a los demás. Entre otras cosas esto es humildad.
Y mirar al futuro con ilusión. Disfrutando del camino.
“It is about the journey, not the destination”
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