Nuestra forma de entender el deporte no se reduce a cuando nos encontramos en la pista entrenando o compitiendo, está asociada a nuestra forma de ser, a cómo sentimos, a cómo actuamos, o a cómo vivimos cada experiencia. Somos en la pista lo que somos en la vida. Somos en la vida lo que somos en la pista.
La excelencia podría definirse como ese misterioso camino en el que, al principio, todo es muy fácil porque progresas sin apenas dificultad, donde entrenar es un placer auténtico porque tu esfuerzo se plasma en una mejora en la competición, porque eres capaz de hacer algo que antes no hacías o conseguir una marca que no alcanzabas y todo con cierta rapidez pero que, a medida que transitas por la práctica diaria y creces en todos los aspectos, compruebas que ya no es tan sencillo superarte.
Alcanzas un nivel donde, cada superación, cada mejora, implica algo más, requiere algo que hasta ahora no hacías, y no sabes qué es. Con el tiempo y la calidad del esfuerzo de antes, como mucho te mantienes o incluso no te superas. Si hiciéramos un símil con el montañismo, cuando antes eras capaz de avanzar cien metros en quince minutos, ahora, para avanzar esos cien metros necesitas una hora.
Ahora ya no hay respuestas rápidas o soluciones inmediatas. Estabas acostumbrado a generar unas expectativas y llegar a ellas. Habías progresado todas las temporadas, batiendo tus marcas anteriores. Trabajando mucho llegabas a cubrir esas expectativas. Y ahora.....parece que ya no eres capaz de batirte a ti mismo, a pesar de que sigues trabajando duro. Y surgen las dudas.
Alcanzas un nivel donde, cada superación, cada mejora, implica algo más, requiere algo que hasta ahora no hacías, y no sabes qué es. Con el tiempo y la calidad del esfuerzo de antes, como mucho te mantienes o incluso no te superas. Si hiciéramos un símil con el montañismo, cuando antes eras capaz de avanzar cien metros en quince minutos, ahora, para avanzar esos cien metros necesitas una hora.
Ahora ya no hay respuestas rápidas o soluciones inmediatas. Estabas acostumbrado a generar unas expectativas y llegar a ellas. Habías progresado todas las temporadas, batiendo tus marcas anteriores. Trabajando mucho llegabas a cubrir esas expectativas. Y ahora.....parece que ya no eres capaz de batirte a ti mismo, a pesar de que sigues trabajando duro. Y surgen las dudas.
Pero tu amas lo que haces, es tu pasión, has puesto cada gramo de tu energía, estas centrado...., te preguntas por qué no eres capaz de superarte con la facilidad de antaño. Y te sientes algo perdido.
En primer lugar, si te preguntas "¿Por qué?", creo que estás de enhorabuena. La duda, en su justa medida, es buena compañera de viaje. Fomenta la reflexión.
En segundo lugar, si tienes un objetivo, si tienes unas marca a alcanzar, también enhorabuena. Sabes hacia donde vas. Tiene definida tu meta.
En tercer lugar, eres consciente de dónde vienes. Enhorabuena de nuevo, sabes dónde, cuándo y cómo empezó tu viaje.
Bienvenido entonces al camino a la excelencia.
La maestría en una habilidad o disciplina no entiende de respuestas, resultados o soluciones rápidas.
El camino a la excelencia es largo, lento y últimamente no se lleva muy bien con los mensajes que van calando en la actualidad. Y diría yo que estamos en la sociedad de la velocidad. Velocidad en la comunicación, velocidad en los desplazamientos, velocidad en los resultados, velocidad en la información, en la adquisición de bienes materiales, velocidad en la consecución de caprichos, etc.
Compara estas dos gráficas:
¿Cuál crees que se asemeja más a la realidad de alcanzar la excelencia en algo?
El crecimiento constante y mantenido es una quimera, una ilusión, con independencia de tu base genética o talento. A mismo nivel y calidad de esfuerzo y sacrificio, tus genes o talento te harán evolucionar más rápido que los demás al principio, pero inevitablemente terminarás encontrándote con la meseta, con una llanura donde pasarás tiempo sin progreso aparente.
Y cada vez que aprendas algo nuevo o introduzcas una novedad en tu metodología de entrenamiento, incluso empeorarás de inicio. Hasta que te adaptes, y entrenes, y empieces a notar los efectos beneficiosos de ese nuevo aprendizaje.
Te recomiendo que si te encuentras en el punto en el que no sabes por qué mejoras, te des la enhorabuena, estás en el camino a la excelencia.
A partir de aquí. Disfruta del propio placer de practicar la actividad que tanto te reconforta. Ama lo que haces por el puro placer de hacerlo. Disfruta de las sensaciones que te proporciona la competición, de charlar con tus compañeros al terminar en la pista, de tu esfuerzo y compromiso diario.
Sé paciente.
Céntrate en lo que está bajo tu control. Céntrate en los detalles. Entrena con cuerpo, mente y espíritu.
Persevera. Mantente constante en tu actitud. Aprovecha cada segundo de tu entrenamiento.
Ten tu objetivo en mente.
Sé feliz por estar en el camino a la excelencia. Sientete un privilegiado. No todos son lo suficientemente pacientes para continuar el viaje que empezaron.
Las piedras que te vas a encontrar en el camino son tus compañeras de viaje. Aprovéchate del conflicto para aprender, para mejorar. Ahí tendrás a la presión, a los rivales, etc., utilízalos para tu mejora.
Y si fueras capaz de encontrar un motivo superior por el que quieres llegar a la excelencia, mejor. Jugar, correr por algo más grande que tu propia mejora. Algo mayor que tus propios logros.
Y disfruta, disfruta y disfruta, que llegará la mejora. Pero no tengas prisa.
Nuestra forma de entender el deporte no se reduce a cuando nos encontramos en la pista entrenando o compitiendo, está asociada a nuestra forma de ser, a cómo sentimos, a cómo actuamos, o a cómo vivimos cada experiencia. Somos en la pista lo que somos en la vida. Somos en la vida lo que somos en la pista.