Empiezo con una suposición: "entreno a un equipo en mi barrio, ciudad o pueblo. Aproximadamente el club tiene entre 15-25 equipos. Nadie es profesional. Pero algunos compañeros entrenan dos equipos y hacen otras labores". Hay muchos clubes de este tipo.
Este año 2020, hay dudas sobre la competición.
No voy a hablar ahora de lo beneficioso que es la actividad física para que nuestro sistema inmune esté equilibrado y pueda afrontar con ciertas garantías de éxito una infección de un virus como el COVID19.
Voy a reflexionar sobre la figura del entrenador de cantera en clubes de estilo similar al mío. Sobre la dificultad o no de que pudieran ser profesionales.
En primer lugar, solo conozco un club donde hacen contrato (no significa que no haya más). La nómina mensual es de unos 180 euros netos. Cuando pasó lo de marzo y el coronavirus, a los entrenadores les hicieron un ERTE y posteriormente finalizaron el contrato. Todos han cobrado su finiquito. Pero esto no es habitual.
¿Por qué? No soy persona de leyes pero me imagino que será porque el club tendría que pagar una cantidad de dinero al Estado por cada contrato. Si mi salario como entrenador es de 250 euros al mes y no hay contrato, al club le cuesto 250 euros al mes. Si hay contrato, le cuesto más. ¿De dónde sacaría el club ese dinero si quiere que el entrenador le cueste lo mismo? De subir la cuota o de bajar los salarios.
La pregunta siempre ha tenido respuesta. Pero ha respondido el interlocutor equivocado: los miembros de la junta directiva de los clubes. "Es que los padres no pagarían una cuota más alta"….¿Alguien le ha preguntado a los padres? Probablemente no. Son los que tendrían que dar la respuesta. ¿Es subir la cuota el único medio?
Una empresa es alguien que tiene algo que a otra persona le interesa y que está dispuesto a pagar una cantidad de dinero con la que el empresario está de acuerdo.
¿Cuál es la empresa aquí? El club de baloncesto.
¿Qué tiene? Entrenadores que enseñan baloncesto a los niños. Y deberían enseñar más cosas. Aportar valor. Que lo hacemos la mayoría.
¿Cuánto estaría dispuesto a pagar un padre? Me imagino que iría en función de lo beneficioso que fuera para su hijo esa actividad.
Si por ejemplo, yéndome a un caso extremo, le aseguraran que iba a sacar buenas notas gracias al baloncesto (mínimo media de 7.5), que el sistema inmune iba a ser robusto y equilibrado frente a los virus y que el chico desarrollará habilidades sociales y personales útiles para su formación personal…, quizás los padres se pensarían hacer ese gasto.
¿De cuánto sería? Pregunta sin resolver.
Ahora, en septiembre del 2020 nos enfrentamos a que los clubes no saben si van a poder desarrollar su actividad: ofrecer actividad de baloncesto (entrenar + competición). ¿El motivo? O que no pueden cumplir con las condiciones sanitarias exigidas o porque no haya competición.
Pensando en la situación actual he llegado a la conclusión de que a la mayoría de los clubes y a los entrenadores no les debería pasar nada si no se ofreciera la actividad. Simplemente no pueden desarrollar su afición. Deben seguir trabajando en lo que les genera ingresos para vivir, donde verdaderamente son profesionales: profesores, comerciales, cajeros, funcionarios, ingenieras, etc. Tampoco les debería pasar nada a los directivos. Parón y ya veremos, pero todos seguirían trabajando y ganando dinero de lo suyo. En lo que son profesionales, pues en el deporte no lo son. El baloncesto es una actividad complementaria.
El verdadero problema es para los padres. Sus hijos no pueden practicar el deporte del baloncesto. Y no se pueden beneficiar de todo lo que aporta esa actividad.
¿Dónde quiero llegar a parar? A la situación laboral de los entrenadores. Casi todos aceptamos las reglas del juego. Y los directivos de los clubes no se mojan por quienes son su verdadero tesoro, los que hacen que aporte valor la empresa (el club): los entrenadores.
Se necesita gente valiente para dirigir clubes y cambiar esta dinámica. El entrenador de baloncesto de cantera aporta mucho valor a la sociedad y debería estar siempre contratado.
Se necesitan personas que verdaderamente apuesten por los beneficios transversales y directos que aporta el deporte. Tipos lanzados que digan: yo te hago contrato y a los padres les cobro tanto. Esto es una empresa y aportamos mucho valor a la sociedad. Y eso hay que pagarlo.
Hay mil fórmulas: contratos a media jornada, algún porcentaje de los entrenadores a completa. Hay que tener además de coraje, creatividad e imaginación (tecnificaciones, campus, intercambios, financiaciones privadas, subvenciones, etc.). Y lanzarse.
Pero tengo la sensación de que también hay entrenadores que no tienen ningún problema en no estar contratados, sino todo lo contrario, en cobrar dinero no fiscalizado. Es decir, lo que habitualmente hablamos en negro. “No, mejor no me hagas contrato”. ¿El enemigo en casa?
El reconocimiento no se hace con tuits o cenas a fin de temporada. Se hace jugándose la piel por tus trabajadores. Eso es liderazgo. Y además con tuits y cenas de fin de temporada.
¿Hay líderes? Seguro que por algún sitio sí. Los anónimos que quieren y hacen las cosas bien sin mucho ruido.
El cambio no empieza por las federaciones o el CSD o el gobierno local o autonómico. El cambio empieza más abajo. También los organismos públicos tienen que apoyar, pero no son el principal inconveniente para profesionalizar la cantera. Somos nosotros mismos: entrenadores y directivos, principalmente.
¿Es fácil? Seguro que no. El camino estará lleno de baches y obstáculos.
¿Quién quiere empezar? Probablemente solo los locos y los valientes.
Leía hace poco en un periódico deportivo una frase de la filósofa Angela Davis que es apropiada para este tema:
”No estoy aceptando las cosas que no puedo cambiar. Cambio las cosas que no puedo aceptar.”