Si hay un club deportivo en España que abandera los valores del deporte, ese es el Estudiantes de Madrid. Con cierta injusticia se lleva la fama de exportar estos valores, los cuales otros muchos clubes también exportan.
Hoy en día es fácil decir las cosas pues es fácil publicitarse y vender a los cuatro vientos cualquier tópico. Internet está lleno de frases grandilocuentes que van pasando de mano en mano entre los miles de usuarios. También todos los clubes tienen la misión de “formar personas”. Es bueno. Muy bueno. No lo dudo.
Ahora, si bajamos del autobús de lo virtual y la propaganda y nos apeamos en la parada de la vida real, la del contacto personal, la de tener que actuar, la de observar las circunstancias y situaciones, la de tomar decisiones, la de “hacer cosas” con las personas en frente tuya…, ahí…, amigo, las frases grandilocuentes se tornan más complicadas para trasformarse en hechos concretos y esa propaganda de los clubes se difumina. Porque las frases se quedan en frases y la propaganda y las misiones se quedan aparcadas en las esquinas de las canchas.
De repente, en el mundo real, entran los egos, los intereses personales, el orgullo o la falta de humildad y se tergiversa el contenido glorioso y grandilocuente que ha ido pasando de mano en mano por lo virtual o se ha hecho viral en facebook o que se ha compartido repetidamente por otras redes sociales y comentado en los miles de grupos de entrenadores de miles de clubes deportivos.
Hoy hablo de coherencia, de seguir un camino y ser fiel a él. De tener unos principios y ser consecuente con ellos. De asumir consecuencias y de correr riesgos. De lealtad. De que tu forma de vivir, tu conducta, tu comunicación, y tus hechos estén acordes a esa misión, a esas frases que tanto reenviamos a nuestros contactos virtuales.
Estudiantes es un club que pregona el espíritu de sacrificio, el partir de la persona para construir un camino que va más allá de la victoria, formar personas a través del baloncesto. Habla de trabajar el fundamento individual como base de la construcción del juego. De defensa individual, de apretar los dientes. Habla de humildad, entendiendo humildad como saber que otros lo pueden hacer mejor, de reconocer las virtudes del rival, de escuchar. Estudiantes no existe. Existen personas que van a un lugar llamado Magariños o Nevera y que entrenan o son entrenados, que planifican, coordinan, dirigen, hacen números y gestionan la logística. Existen personas. Y hay de todo tipo de personas en esa organización. Como en todas.
Anoche el primer equipo femenino de Estudiantes de Madrid logró el ascenso a la máxima categoría del baloncesto femenino. Si me quedara con la alegría de la victoria y el ascenso no haría justicia con el equipo. Hay mucho más detrás del hecho de meter más canastas que el rival durante dieciocho partidos consecutivos. Si nos quedáramos solo con las victorias no entenderíamos muy bien al equipo y navegaríamos sobre la superficie de una historia mucho más profunda.
Ganar dieciocho partidos seguidos tiene un componente de suerte. Y ellas y ellos lo saben. Pero a la suerte hay que provocarla. También lo saben.
Son muchos años de trabajo de mucha gente que se han visto plasmados en un ciclo de cuatro años, jugadoras, entrenadores, directivos, etc. El gran acierto del Estudiantes ha sido dejar cocinar un proyecto a cuatro años y ser perseverantes y constantes con las personas que lo han liderado. Me da igual si el baloncesto femenino les importa menos o más. Tampoco me preocupa que no haya tantas jugadoras de cantera en el primer equipo como pregonan en su propaganda “somos un equipo de patio de colegio”. Lo cierto es que han apostado por ellas, y por ellos (los tres chicos del cuerpo técnico). Por creer en una forma de entender el deporte y en consecuencia la vida.
Dudas, incertidumbres, errores, equivocaciones, trabajo, muchas horas dedicadas impagadas, muchos viajes, muchos paseos, innumerables conversaciones de baloncesto y de la vida, nervios, angustias, emociones, lesiones, recuperaciones, estudios, días y días exprimiendo las horas, enfados, zapatillas volando en los entrenamientos, risas, muchas risas, hoteles, autobuses, aviones, charlas prepartido, entrevistas, apuntes en el tren, exámenes en medio de los entrenos, silencios, broncas, lesiones, ojos frente al ordenador, mentes pensando, manos curando, sesiones de pesas, canciones, bailes prepartido, videos, informes, esperas en la estación, juegos, lloros, frustraciones.
Podría ser la historia de otros muchos equipos que no se han clasificado o que, clasificados para la fase de ascenso, al final no han conseguido ascender (bueno, lo de las zapatillas volando en los entrenos quizás es diferente...).
La gran diferencia, desde mi punto de vista, es el punto de partida, es decir, las creencias, los principios. Su cuerpo técnico ha sabido representar los valores del Estudiantes, día a día, palabra a palabra, hecho a hecho, ni si quiera partido a partido sino que entreno a entreno y el tiempo entre los entrenos. Estos valores se fundamentan en la persona, no la jugadora. Y se ha construido a partir de ahí. La persona lo primero.
Y esa es la gran dificultad y el gran mérito de este ascenso. No es lo que se ha logrado, que también, sino cómo se ha logrado. Siendo coherente. El primer equipo femenino de Estudiantes es un ejemplo de coherencia, de lealtad a una forma de entender el deporte y que comparto plenamente. Es el vivo espíritu del Estudiantes, la esencia del club al que representan. Es una manifestación de que “formando personas” también se puede “desarrollar jugadoras”, se puede ser competitivo hasta en las más altas categorías de un deporte.
Ser coherente es muy dificil. Solo apto para valientes.
Yo ya sabía que hacían magia...
Dedicado a las jugadoras que ya no están en la plantilla pero estuvieron, a las que están y al cuerpo técnico, que siempre ha estado.
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