Hoy hemos jugado el primer partido de dos, de un torneo al que nos han invitado.
Las jugadoras, de inicio, tenían miedo. Lo veía en su cara. Hasta que una de ellas, antes de iniciar el calentamiento con balón, me ha dicho, "tengo miedo".
Nos hemos juntado en medio de la pista, nos hemos unido y les he leído lo siguiente:
Resulta que otras también tenían miedo.
Y el partido ha ido deambulado por registros de -20/-40 para nosotras. Y las jugadoras no hacían más que mirar el marcador, y cabizbajas por el resultado.
El equipo rival era más rápido, más alto y más fuerte que nosotras.
Y no hemos sabido centrarnos en lo que estaba bajo nuestro control. Y no hemos sabido disfrutar de tener a ese rival enfrente y aprovecharnos de ellas para intentar ser mejores. Sólo nos valía lo que estaba en el marcador.
Hasta que una jugadora mía, cuando la he cambiado durante el tercer cuarto, ha dicho: "esto me da vergüenza". Tiempo muerto.
"Ninguna jugadora mía dirá nunca esa frase. Si la dice, no jugará más".
Centrarse sólo en el resultado genera este tipo de situaciones. Que las personas dejen de hacer lo que tienen que hacer porque no lo consiguen. ¿Y cuantas veces en la vida te esfuerzas al máximo, te formas y al final el trabajo se lo dan a otro? Pero, ¿qué está bajo tu control?¿que te den el trabajo o preparte lo mejor posible?
Una vez que han entendido que tienen que centrarse en otras cosas, entonces hemos podido empezar a jugar al baloncesto y divertirnos con independencia del resultado.
Centrarse en lo que está bajo tu control. Pero no solo ellas, el entrenador también.
El miedo no es malo. Solo hay que invitarle a que venga, saludarle, e invitarle a que se quede en el banquillo viendo el partido, mientras yo me centro en lo que tengo que hacer.
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